miércoles, 27 de junio de 2012

El entrenador


Esta es una entrada que escribió un amigo en su blog hace años  y que está ya cerrado. En su momento me cautivó por su mensaje y he decidido recuperarla, así como mi respuesta. Espero que guste: 


"Este es un homenaje sencillo a un entrenador con mayúsculas pero, sobretodo una gran persona y mejor amigo. Omitiré su nombre por si le importuna.

            Los segundos pasaban, veinticuatro, veintitrés, veintidós… miraba a sus compañeras y les pedía que se movieran. Como una estrella fugaz pasaron por su mente todos los momentos que le habían llevado a ser la “jugadora” del equipo que luchaba por el todo o la nada.
            Empezó  jugar con siete años en la escuela de su colegio. Había pasado por todas las categorías. Y fue la niña consentida de todos los entrenadores.

            Estaba acostumbrada a jugar treinta y cinco minutos. Hasta que se encontró con él. Fue en septiembre. No se cayeron bien. Ella sabía que era una de las mejores pero, a él no le bastaba.
            El le pedía que cada ejercicio fuera perfecto.
            El primer partido sólo jugó un cuarto. ¿Cómo podía ser?

            Poco a poco comprendió que el primero en exigirse era él, que el primero en sacrificarse era él, porque su equipo y el baloncesto eran su vida.
            Se dio cuenta de que tras ese carácter seco, aparentemente, se escondía una persona apasionada, justa. También descubrió un gran técnico, capaz de manejar al complicado grupo y de tener, en cada partido, un as en la manga; ya fuera para ganar el salto inicial o una jugada de fondo para meter la canasta ganadora.
            Decidió cambiar. No faltó a entrenar y en caso de retrasarse, avisaba.
            Se entregó en cada ejercicio. Corrió hasta sentir ganas de vomitar. Ejecutó cada movimiento como si fuera una primera bailarina.
           
            Quien viera entrenar al equipo podría observar como al entrenador le asomaba un esbozo de sonrisa y como los dos se cruzaban miradas cómplices.

            Marcó la jugada recibió un bloqueó y tiró. La suerte estaba echada. Y, ella, había elegido quien quería ser."




1 comentario:

  1. Bonita historia, amigo Álvaro. Me gustaría ser él… pero sería más bonito ser ella. Lo más grande que puede sentir un entrenador es “respeto” por un/a jugador/a. Y lo más extraordinario que le puede suceder a un/a jugador/a es que su entrenador sienta respeto por él/ella.

    Es difícil de ganar, muy difícil y, tú que me conoces muy bien, sabes que yo, como entrenador, no regalo nada. Es complicado llegar a sentir eso. Si se siente, hay que luchar duro por conservarlo. Difícil de ganar, fácil de perder, no hay más.

    La pena de historias como las que cuentas es que no suelen tener final feliz. Generalmente se juega la prorroga y en ella es donde se descubren los grandes jugadores y jugadoras. Hay canastas que fuerzan la prorroga. Otras que ganan el partido.

    La gente joven (todos, pero ellos más) suelen ser “cortoplacistas”, les hemos enseñado a serlo. Recompensa fácil, esfuerzo breve.

    Hay veces que se hace necesario coger distancia o buscar nuevos proyectos.

    Eso si, cuando eres grande, tu grandeza va contigo allá donde vayas. Otros podrán disfrutar de ella. Nuevas ilusiones, nuevos proyectos, nuevas opciones para meter la canasta ganadora y, siempre una convicción: “Esta vez, cuando llegue el momento, estaré preparado para ganar el partido”.

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