Ella era la última pieza del puzzle de la felicidad,
la que hace que desaparezca el caos.
Ella era las mañanas que no llegan
y la ilusión latente.
Ella era la excusa perfecta para salir de la soledad autoimpuesta,
por miedo al qué pasará.
Ella era el sueño al que tienes miedo a aspirar,
porque piensas que no debes pedir más.
Ella era tanto que convertía el pasado en poco,
solo por haber sabido esperar.
Ella era el motivo de los desvelos
y la solución a tantos desaciertos.
Ella es el impulso hacia la épica
o el comienzo del desaliento.
Y al final, sólo melancolía.
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